Todo hombre lleva en su mente un universo, todo hombre es reflejo de sus vivencias y su vida es consecuencia de sus recuerdos; y aún con todo estos son susceptibles de ser vulnerables y manipulados, y es muy sencillo hacer que recordemos cosas que no han sucedido. Con todo yo quiero contar esta historia de navidad, es complicado porque se trata de una historia de mi infancia e implica a mis padres, me había prometido contar en detalle este capítulo cuando sucediera algo en mi colección, y finalmente pasó hace unos meses.
Hoy es habitual que los padres consigan todos y cada uno de los juguetes que sus hijos han pedido en las cartas de reyes magos o santa claus; cuando yo era niño lo común era que de toda la lista los padres compraran uno o dos de los juguetes pedidos, y en mi caso, lo usual era que me trajeran un sustituto, un similar, dirían en México.
Me explico: si mi hermana había pedido la casa de Barbie y yo quería una base de G.I. Joe los reyes nos traían una caballeriza armelo usted mismo de madera; si yo pedía chocolates y mi hermana bombones nos traían bombones cubierto de chocolate; si mi hermana pedía sweet secrets y yo pedía Transformers a mi hermana le traían sweet secrets y a mí unos ositos cariñositos...
Por supuesto que esto es un tanto de literatura, estoy seguro que las cosas no se dieron con tal parcialidad, pero sí sé que pocas veces recibí lo que quería, de hecho, casi puedo estar seguro que la única vez que me dieron exactamente lo que había pedido fue unos Micro Machines, ya en los últimos años que recibí reyes, ya con la sospecha de sus verdaderas identidades.
Cerca de 1987 mi madre se había embarcado en la venta de ropa y otros bagatelas que compraba en el centro histórico de la Ciudad de México, en esos días la ciudad había crecido pero aún no había tanta conectividad para llegar al centro, por eso mi madre aprovechó el impulso que le dio su hermana para emprender ese pequeño negocio.
Recuerdo que salía cada tanto de compras, llegaba siempre cargando varias bolsas, casi todas llenas de ropa, y de vez en cuando traía unos pocos juguetes, figuras sin marca, más cercanas a objetos de fantasía que a verdaderos juguetes, se trataba de pequeñas figuras de animales cubiertas de terciopelo, pequeñas herramientas de metal y en alguna ocasión pequeños carros de fricción (que a mi me ilusionaban mucho porque se parecían sospechosamente los minibots).
Mi madre siempre se surtió en el mismo lugar, se trataba de la tienda de una señora conocida de mi tía que estaba en el pasillo cuatro del mercado de Mixcalco; alguna vez llegué a ir, justamente en tiempos de navidad, todavía en ese entonces se estilaba en esos años darle a los niños sus reyes en algunos negocios (también algunos sindicatos hacían eventos especiales en los que al final había una mesa llena de juguetes y todos los hijos de los afiliados podían tomar algo), en esa ocasión yo escogí un vocho policía, de esos que hacía Plásticos Impala (que también tiene una buena historia que otro día contaré), aunque me quedé con ganas de un camión de bombero, todo rojo, muy similar a Inferno, pero mil veces más grande, y obviamente no transformable.
No quiero que piensen mal de mis padres, no eran malos padres, al contrario, hoy en día les reconozco con mucho cariño la educación otorgada, pero hasta ahora ni ellos mismos me pueden explicar porque no me traían lo que pedía, y no, no era una cuestión de dinero. Años después encontraría varios billetes y monedas, ya fuera de circulación, que tenían como ahorro, y no era poco dinero; tampoco sé porque nunca cambiaron ese dinero. Ahora que inicié la vida en pareja entiendo que estas cosas pasan, no les reprocho, pero sí me deja algo pasmado... ¿será que mis padres tenían un plan secreto en mi educación? Alguna vez contaba esto a unos compañeros de trabajo, junto con otras anécdotas, como que casi no me dejaban ver tele, estaba prohibido ver el Chavo del Ocho (más no así Los Cacos -cuando eran realmente rateros y no una panda de redimidos ridículos-) y me aplicaron el método Glenn Doman para enseñar a leer a los bebés, mis compañeros llegaron a la rápida conclusión de que mis padres eran comunistas.
Nada más lejos de la verdad, pero si es cierto que más de una vez les pedí a mis padres un Optimus Prime, era EL JUGUETE de muchos niños en ese entonces, y no era tan difícil encontrar uno, incluso en los mercados se podía hallar; por ejemplo, recuerdo un local del mercado de Nezahualcoyotl, de la tercera sección, en que vendían varios Transformers, pero el señor que atendía tenía poca tolerancia a la curiosidad de los niños, así que todos veíamos apenas de reojo las figuras colgadas en lo alto, pero de vez en cuando alguno se animaba a preguntar el precio, el señor a veces contestaba -¿traes dinero?, y otras no era tan duro y simplemente te decía -ochenta mil pesos; lo que ahora serían apenas ochenta pesos...
Pero no, nunca recibí una figura de los Transformers de mis padres, al paso de los años, con las nuevas series tampoco recibí un sólo original, por ejemplo, en un cumpleaños pedí unas Tortugas Ninja, mi padre llegó con una bolsa grande, muy grande, con varios tipos de figuras botleg. Y esto era mágico, porque al nunca recibir lo que pedía no podía saber nunca que me darían, y eso era fuente de esperanza, pasto para imaginación, agua para el anhelo. Eso me hizo muy feliz siempre, jamás un reproche, jamás un berrinche, a lo mejor sí un poco de desilusión, pero ahí, en esa pequeña tristeza, en esa muda sensación azul, que se cristaliza en un par de pequeñas lagrimas que nunca caen, crecería después otros tantos sentimientos que me han dado tantas vivencias, que, por el momento, dejo ahí, en el baúl de los recuerdos para otro momento.
Todos sabemos que el auge de los Transformers fue en 1985, pero esta historia que quiero contarles en particular empieza en 1989, cuando ya había dejado en paz mis deseos de tenerlos. En ese entonces vivía en el municipio de Nezahualcoyotl, en el estado de México, en una casa que nos rentaba un tío paterno, en ella había además otras dos casas, a mediados de ese año se mudó una familia similar a la nuestra: dos hijos, padre y madre, sólo que el chico y la chica eran, quizás, un par de años más grandes que mi hermana y yo, aún con todo iniciamos una buena amistad; todo iba bien hasta que nos devolvieron rota una lampara que les habíamos prestado (una de esas bellas lamparas diseñadas para iluminar el escritorio de un ingeniero mecánico, mi padre estudió eso, pero no terminó nunca la carrera); después de eso rompimos relaciones, y el ambiente era poco más que tenso.
Según entiendo mis padres dialogaron con la otra familia, de lo cual surgió una tregua y se resolvió tener una fiesta navideña para restañar las diferencias, se organizó un intercambio, aunque no hubo sorteo, directamente yo le regalaría algo al chico de la otra familia, y mi hermana haría lo correspondiente. Por supuesto el regalo no lo compraría yo, sino mis padres, así que mi madre se preparó y salió al centro, sin embargo no halló lo que buscaba, sería en un tienda de la hoy extinta cadena Gigante, ubicada sobre la calzada Ignacio Zaragoza, junto a la Clínica 35 del IMSS.
A su regreso mi madre me llamó a su habitación, el sol del atardecer colmaba de tonos carmesí el cuarto, ella me llamó con un dejo de promesa de secrecía y yo me acerqué con un poco de ilusión, apenas una pequeña semilla, un eco lejano, ese sentimiento que pocas veces se tiene en la vida, ese casi silencioso aviso de que algo va a pasar en tu vida y la va a cambiar por completo. Ella abrió una bolsa y tanteó en su interior, sacó una caja, recuerdo bien los tonos anaranjados, el profundo color verde, ese amarillo plástico tan vibrante, era el Autobot Hoist.
En esos momentos no se alcanzan a formar palabras precisas en el pensamiento, yo simplemente quedé admirado, pensé que el juguete era para mí, por fin, para mí. Mi madre habló, dijo: -es para el intercambio, es para que se lo regales al vecino. Se acabó la alegría, mi madre debió ver algo en mis ojos. Ella preguntó: -¿te gusta?, obviamente respondí que sí, esperando que mi madre me dijera 'tómalo, luego compro otro', pero no, ella respondió, ya mirando a otro lado y guardando la caja en la bolsa -luego te compro uno...
Quizás me enojé, quizás estuve triste, no sé, no puedo recordar; no, más bien no quiero falsear más estos recuerdos. Llegó el día del intercambio, entregué mi regalo y a vuelta recibí una caja, que desde que la vi supe que había en ella, era la justicia, se restituía el kentros del universo; era también un Transformer, era el Decepticon Starscream.
Mi vecino tenía otros Transformers, un Thundercracker y alguno más que la memoria me oculta, recuerdo que jugamos bastante con ellos, yo rompí mi Starscream y también intercambié las alas con su Thundercracker, luego, como muchas cosas, el tiempo se llevó mi tan preciado y esperado Transformer, la vida me traería un cambio de grado escolar en la primaria, un cambio de casa y otros particulares livianos.
En esa mudanza dejé muchos juguetes en un gran bote de cartón en casa del tío paterno que nos rentaba la casa, cuando empecé a coleccionar Transformers, en 2007, regresé a buscar mi Starscream, pero poco hallé, el torso, una ala, los timones verticales, y nada más. Me di entonces a la tarea de refaccionarlo.
Cualquiera que haya hecho esto sabe que ocurren muchas cosas en el camino, hay sorpresas, buenas alegrías y no pocos desengaños. Empecé comprando algunos Starscream en Mercado Libre, lo primero fue hallar las alas, pues sólo tenía una sola, y era la azul de Thundercracker, luego hubo de pasar largo tiempo para que alguien vendiera un timón horizontal, a los pocos meses llegó otro par. Debo decir que ha sido gracias a la página TF-1 que pude reconocer las piezas adecuadas, de tal manera que conforme avanzaba en encontrar las piezas faltantes llegué a un punto en que pude escribir una guía de reconocimiento para el Starscream G1 de plásticos IGA; después de un rato incluso tuve casi dos Starscreams completos, vendí uno de ellos para solventar la compra de una figura más, igualmente incompleta, y un lote de armas que incluía un misil.
Los misiles son lo más difícil de hallar, sobre todo en buen estado, pues los disparadores los expulsaban con mucha fuerza y terminaban perdidos, o en el peor de los casos rotos. Me tocó enfrentarme con un pésimo comprador en Mercado Libre, se imaginaba que cargaba con las piezas todo el tiempo, al final me calificó neutro aunque sí pudimos hacer la transacción, encima de todo me pedía un descuento ridículo, y acepté únicamente porque me regaló un misil largo de su propio Starscream que andaba refacccionado, igual que yo. Me faltaban los misiles cortos, un popular personaje de Facebook que hace referencia a Plásticos IGA prometía desde hace dos años vendermelos, pero jamás se concretaba nada, finalmente, en un grupo de intercambio de piezas quien los quiere cambios ventas y mas (sic) el camarada Rodrigo Olvera me vendió las últimas partes que me faltaban para tener completo, de nueva cuenta, a mi primer Transformer.
Antes de publicar este post leí una buena parte de él a mi esposa, platicando con ella me di cuenta que mis padres no me compraban lo que pedía por una forma muy distinta de pensar, en lugar de acatar las órdenes de la, entonces joven, mercadotecnia, simplemente pensaban en regalar una sorpresa y un juguete. Mi madre cuando fue niña jugaba con piedras en lugar de muñecas, mi padre apenas tuvo un par de juguetes, olvidados ya por su memoria. ¿Por qué habrían de entender la imperiosa necesidad de un juguete, creada por una efectiva máquina comercial?
Y sin embargo ahí está, ese capítulo marcó mi vida en una gran medida. Durante varios años visité religiosamente la sección de juguetería de cualquier centro comercial al que entrara, pero hasta que trabajé y tuve dinero suficiente es que empecé a coleccionar figuras, a rescatar de mis anhelos aquello que no tuve y quise tener, primero fue Jurassic Park, luego fue Transformers; hoy en día tengo 72 Starscream, en honor a mi primer figura... ¿se imagina que hubiera pasado si mi madre me hubiera regalado a Hoist?, por supuesto no hay forma de saberlo, pero se me ocurren dos cosas; la primera es que ahora no compraría juguetes ni los coleccionaría; la segunda, un poco más interesante, es que este blog se llamaría Hoisuto, el blog.
A lo mejor han llegado al final de este post y se siente un poco timados... y lo comprendo, esto no ha sido más que una serie de anécdotas, pero algo me impulsaba a contarlas, justo hoy, en navidad, pues de este hecho se cumplien aproximadamente unos veinticuatro años, anoche, en la madrugada del 24 de diciembre me levanté para escribir esto, tenía que cumplir la promesa que me hice de escribir esto cuando lograra completar a mi primer figura de Transformers, ahora el reto es restaurarlo y tenerlo listo para el 30 aniversario de estos, mis juguetes favoritos.
En ese estado estaba mi Starscream cuando fui por él |
Cualquiera que haya hecho esto sabe que ocurren muchas cosas en el camino, hay sorpresas, buenas alegrías y no pocos desengaños. Empecé comprando algunos Starscream en Mercado Libre, lo primero fue hallar las alas, pues sólo tenía una sola, y era la azul de Thundercracker, luego hubo de pasar largo tiempo para que alguien vendiera un timón horizontal, a los pocos meses llegó otro par. Debo decir que ha sido gracias a la página TF-1 que pude reconocer las piezas adecuadas, de tal manera que conforme avanzaba en encontrar las piezas faltantes llegué a un punto en que pude escribir una guía de reconocimiento para el Starscream G1 de plásticos IGA; después de un rato incluso tuve casi dos Starscreams completos, vendí uno de ellos para solventar la compra de una figura más, igualmente incompleta, y un lote de armas que incluía un misil.
Los misiles son lo más difícil de hallar, sobre todo en buen estado, pues los disparadores los expulsaban con mucha fuerza y terminaban perdidos, o en el peor de los casos rotos. Me tocó enfrentarme con un pésimo comprador en Mercado Libre, se imaginaba que cargaba con las piezas todo el tiempo, al final me calificó neutro aunque sí pudimos hacer la transacción, encima de todo me pedía un descuento ridículo, y acepté únicamente porque me regaló un misil largo de su propio Starscream que andaba refacccionado, igual que yo. Me faltaban los misiles cortos, un popular personaje de Facebook que hace referencia a Plásticos IGA prometía desde hace dos años vendermelos, pero jamás se concretaba nada, finalmente, en un grupo de intercambio de piezas quien los quiere cambios ventas y mas (sic) el camarada Rodrigo Olvera me vendió las últimas partes que me faltaban para tener completo, de nueva cuenta, a mi primer Transformer.
Hoy, por fin, saqué estos Starscream de la mudanza, son casi todos los Deluxes y Voyager |
Antes de publicar este post leí una buena parte de él a mi esposa, platicando con ella me di cuenta que mis padres no me compraban lo que pedía por una forma muy distinta de pensar, en lugar de acatar las órdenes de la, entonces joven, mercadotecnia, simplemente pensaban en regalar una sorpresa y un juguete. Mi madre cuando fue niña jugaba con piedras en lugar de muñecas, mi padre apenas tuvo un par de juguetes, olvidados ya por su memoria. ¿Por qué habrían de entender la imperiosa necesidad de un juguete, creada por una efectiva máquina comercial?
Y sin embargo ahí está, ese capítulo marcó mi vida en una gran medida. Durante varios años visité religiosamente la sección de juguetería de cualquier centro comercial al que entrara, pero hasta que trabajé y tuve dinero suficiente es que empecé a coleccionar figuras, a rescatar de mis anhelos aquello que no tuve y quise tener, primero fue Jurassic Park, luego fue Transformers; hoy en día tengo 72 Starscream, en honor a mi primer figura... ¿se imagina que hubiera pasado si mi madre me hubiera regalado a Hoist?, por supuesto no hay forma de saberlo, pero se me ocurren dos cosas; la primera es que ahora no compraría juguetes ni los coleccionaría; la segunda, un poco más interesante, es que este blog se llamaría Hoisuto, el blog.
Este es el regalo de navidad que me dio mi esposa, es el 72 |
A lo mejor han llegado al final de este post y se siente un poco timados... y lo comprendo, esto no ha sido más que una serie de anécdotas, pero algo me impulsaba a contarlas, justo hoy, en navidad, pues de este hecho se cumplien aproximadamente unos veinticuatro años, anoche, en la madrugada del 24 de diciembre me levanté para escribir esto, tenía que cumplir la promesa que me hice de escribir esto cuando lograra completar a mi primer figura de Transformers, ahora el reto es restaurarlo y tenerlo listo para el 30 aniversario de estos, mis juguetes favoritos.