19 de octubre de 2017

De sismos y recuerdos

El 29 de abril del 2012 fui a recoger mi Starscream #50, con el que era mi proveedor más activo: el buen Ben, de Ben's Items. Llegamos a tener la suficiente confianza para que ocasionalmente recogiera mis pedidos en su casa, ubicada cerca de la zona de Coapa. Se trataba del MP-11, la versión ligeramente remoldeada del original MP-03, que además incluía el set de coronación. Recuerdo que llegué temprano a su casa y estuvimos platicando un rato de cosas ñoñas.

Si pusieron atención a la fecha se habrán dado cuenta que faltaba un día para el Día del Niño (en México se celebra el 30 de abril), esa es la segunda fecha en que surten a lo grande la sección de juguetes y coincidió la llegada de las primeras figuras de los BotShots, esos pequeños Transformers de transformación semi automática que usaban la idea de Piedra-Papel-Tijera para armar una suerte de duelos.

Después de recoger el MP-11 el plan era recorrer todo la zona de centros comerciales y supermercados de Coapa para conseguir el Starscream BotShot, y así alcanzar el #51 de la colección, así podría concluir una decena y empezar una nueva el mismo día..

No recuerdo en detalle el orden que seguí, sólo sé que recorrí buena parte de la zona de Coapa, sé que pasé a cada supermercado del área, desde el Chedrahui, Comercial Mexicana y hasta el Walmart que está mucho más adelante, casi llegando al Metro Taxqueña, y ya ahí, entré al supermercado, antes conocido como Gigante; también pasé a los centros comerciales, al Liverpool y hasta una tienda de juguetes; estaba decidido a tener mi Starscream #51.

Ese domingo 29 de abril no tuve suerte, y el Starscream BotShots llegaría a la colección hasta cuatro meses después y ocuparía el lugar #53 de la colección. En retrospectiva, no entiendo bien el afán que sentía por encontrar esa pieza, aunque sí recuerdo el trayecto, quizá porque alguno de los lugares que visité formaron parte, en algún momento, de mi vida.

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La primera vez que visité Coapa fue en los noventas, me fui de colado en una salida de mi hermana con sus amigos; recuerdo que visitamos el mercado y ahí vi, muy de pasada, algunos puestos de cómics y juguetes. Un par de años después regresaría a ese mercado a comprarme un reloj, uno muy sencillo, nada ostentoso, que tuve hasta que lo cedí en alguno de los asaltos que padecí en Iztapalapa.

Poco antes de alcanzar la mayoría de edad entré a trabajar en el restaurante Toks que está (¿estaba?) en la plaza del Gigante de Taxqueña, estuve sólo dos semanas trabajando y es uno de los peores trabajos que he tenido en la vida; afortunadamente pude abandonar el lugar porque el CCH Sur (bachillerato) de la UNAM me propuso para participar en un congreso de jóvenes escritores en Mazatlán, Sinaloa.

Muchos más años después, casi al termino de la huelga de la UNAM, coloqué junto con un amigo un puesto móvil para la consulta pública que impulsamos desde el Consejo General de Huelga. Recorrimos buena parte de Canal de Chalco y hasta el Gigante de Taxqueña y ahí vi una de las visiones más cautivadoras que he presenciado en mi vida: una chica chaparrita, de grandes ojos y un áurea como de miel y leche. La invité a participar en la consulta y aceptó, pero quise también pedirle algo más, su correo, su teléfono, algo... pero siempre he sido bastante introvertido y no me animé.

Cuando finalmente entré a la carrera de Economía, quizá un par de años después de la huelga, trabajé en la librería El Parnaso de Coyoacán, ahí tomé la costumbre de gastar mis quincenas en libros y alcohol; cada día de pago invariablemente íbamos a tomar a casa de una compañera del trabajo que vivía en uno de esos enormes edificios del ISSSTE que están sobre la avenida Canal de Miramontes, aunque ya no logro precisar su ubicación. Ahí pasé largas noches platicando de libros, posibles amores y chismes varios, pero sobre todo, ahí rumié la soledad que viví en aquel entonces.

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Foto: Santiago Arau

Hoy, 19 de octubre, se cumple un mes del gran sismo que lastimó a la Ciudad de México, justo el día que conmemorábamos 32 años del otro gran sismo que cimbró a esta ciudad (en 1985). La impresión que el sismo dejó en los habitantes de la ciudad es profunda y es difícil de explicar, es una herida presente, es un nudo y un silencio, una lágrima inútilmente contenida.

El 19 de septiembre, el día del temblor, faltaba exactamente una semana para mi cumpleaños y coincidentemente en la mañana de ese día había entrado a la aduana el pedido de BBTS que traía mis auto regalos de cumpleaños. Pero hasta un par de días después de mi cumpleaños finalmente recibí el paquete. Ahí venía el Starscream #130 de la colección.

Una mañana, mientras veía los autoregalos que recibí en la caja de BBTS, veía fotos del sismo en las redes sociales, ahí vi una foto de las muchas edificaciones que cayeron en la ciudad y me di cuenta que posiblemente conocía ese lugar que estaba viendo, probablemente ese gimnasio, frente a Galerías Coapa, era uno de los lugares donde a veces el buen Ben hacía entregas y creo recordar que también él ahí entrenaba artes marciales.

Minutos después, mientras me bañaba, recordé el gimnasio caído; el supermercado Soriana, antes el Gigante que también cayólos edificios departamentales sobre Calzada del Hueso que colapsaron y entonces me di cuenta que sí conocía esos lugares, que los había transitado, que tenía una historia, aunque breve, con ellos.

Los días han pasado y cada uno de ellos nos trae algún momento de calma, o a veces se reaviva algún recuerdo, a veces un meme relativo nos saca lo mismo una sonrisa que una lagrima o un gemido de angustia rerpimido. De pronto recuerdo alguna noticia que leí y me pasa lo mismo que con Coapa, recuerdo que tuve un vínculo por ahí, recuerdo algún amigo al que todavía no le escribo para saber como está.

Quién sabe que memorias saldrán, cuando un día, sin motivo alguno, recordemos esa cuadra, esa calle; la colonia a la que alguna vez fuimos a pedir trabajo; aquel edificio con el que tuvimos una historia fugaz; la casa que salía en tal película... Quién sabe que memorias saldrán de entre esas ruinas, de entre esas ausencias que iremos descubriendo.

Hasta hoy en día considero que Ben fue uno de los mejores dealers que tuve, lamentablemente la economía del país reflejada en las constantes devaluaciones hicieron que cambiara mi esquema de compras y desde hace algunos años ya no entraron figuras a la colección gracias a sus gestiones; pero además, debo admitir que mi pachorra social hizo que ya no lo contactara. Quién sabe cuánta gente he dejado de seguir y ahora me pregunto dónde estarán.



Sirva el respectivo post para saludar al buen Ben, deseándole lo mejor para él y los suyos; así como para ustedes, los lectores y amigos de la afición. Espero que los daños en sus vidas hayan sido mínimos, y, por qué no decirlo, que sus colecciones no hayan sufridos muchos daños. A mi se me cayeron un par de figuras de poco más de dos metros (increíblemente no se rompieron), así como varios desmayos dentro de la vitrina.

Pero sé de otros que no les fue bien, a un camarada del coleccionismo su casa fue declarada inhabitable, a un pariente mío sus estantes colapsaron completamente y a más de uno se les revolvió el cuarto de los monos. Sé que esto no es lo más importante o grave, pero ya que estamos en este lugar, un blog del coleccionismo, les deseo buenas vibras y pronto arreglo para sus colecciones vuelvan a brillar como antes. Para todos ustedes, un abrazo fraterno.